Pifias espaciales

Pifias espaciales

“El viaje espacial aún está en su infancia. […] Desde el Sputnik I en 1957, se han lanzado hacia el espacio (a la órbita terrestre e interplanetaria) poco más de 4.500 cohetes. […] Hasta marzo de 2004 solo 434 astronautas han subido al espacio en 243 vuelos tripulados diferentes. […] Los cohetes siguen fallando de un 2 a un 5% del tiempo, y este porcentaje es así independientemente de quién los construya o qué configuración se use.”

Crónicas de la exploración espacial (Marzo 2004)
Ángel Gómez Roldán

“Es hora de que la raza humana entre en el Sistema Solar.”

Dan Quayle
Vicepresidente de EEUU de 1989 a 1993.

La U.S. Federal Aviation Administration (U.S.F.A.A.) utiliza cañones de aire comprimido para lanzar pollos muertos contra parabrisas de aeronaves. No se trata de otro deporte norteamericano estrambótico, inventado para vender programas basura a las televisiones del resto del planeta. Se trata de simular el impacto que produciría la colisión de un ave con la nave, y realizar así estudios de resistencia. Cuando estos autores que les hablan trabajaban en el Instituto Nacional de Tecnología Aerospacial (INTA), vimos en acción un cañón de aire comprimido similar. Según parece, se construyó para homologar el parabrisas del tren AVE, en aquel entonces en fase de construcción. Asombrosamente, cada vez que se ejecutaba un impacto, el parabrisas del AVE saltaba en mil pedazos. La tecnología era nueva para los ingenieros y les parecía extraño que los vidrios no resistieran ni una sola vez el cañonazo de pollo. Los técnicos explicaron el suceso a la U.S.F.A.A., que extrañada pidió pormenores. Entonces los ingenieros españoles reemitieron detalladamente el protocolo. ¿Qué estaba fallando? La respuesta llegó en un breve lapso de tiempo y en una escueta frase: “Descongelen antes el pollo”.

¿Increíble? En este caso, la historia es una típica leyenda urbana adaptada. Y a pesar de la falta de credibilidad que emana, al leerla nos produce una sonrisa. Podemos encontrarla en Internet referida a la Rolls Royce, a la NASA o a ingenieros británicos… Pero, ¿se han producido realmente pifias de este calado en el mundo ultratecnológico de la exploración espacial? Pues sí. Todos hemos oído hablar de algunas. En este artículo estamos seguros de que hemos recogido muchas que no conoce, todas ellas ciertas. Seguro que le harán sonreír también. Aunque lamentablemente, en estos casos el precio era mucho más alto que un vidrio y un pollo.

En el prólogo de un libro de Michael Benson: “Más allá: la visión de las sondas interplanetarias”, lleno de imágenes maravillosas, Arthur C. Clarke se preguntaba: “¿Por qué no se ha hecho realidad la visión de aquella peliculita que preparamos Stanley Kubrick y yo en la década de 1960, 2001: una odisea del espacio?”. Tal vez el listado de pifias que mostramos a continuación sea parte de la respuesta. Cuando se narra la historia de la conquista del espacio suele emplearse un tono épico y obviarse los desatinos y estupideces que caracterizan inevitablemente a toda actividad humana. Podríamos haber dicho que hemos escrito esto porque se aprende de los errores y conocerlos nos ayudará a evitarlos. Pero eso es un lugar común que la historia nos demuestra que es sencillamente falso. Es simplemente de justicia que los errores también sean recordados.

Hemos escrito esto principalmente para hacerle reír. Y aunque somos españoles, hemos evitado el humor negro y no mencionamos las pifias que conllevaron pérdidas humanas. Dada la dificultad que presenta el enlazar tantas historias distintas, hemos optado por no quebrarnos mucho la cabeza y narrarlas sencillamente en orden cronológico, al estilo de un cuaderno de bitácora o weblog, como está de moda ahora. De esta forma, indirectamente, damos también un pequeño repaso a la historia de la astronáutica. Por tanto, póngase la escafandra, átese los machos, y sea bienvenido a esta weblog.

WEBLOG PIFIAS.ESPACIALES.SKY

mariner@1962.venus
En 1962 La Mariner 1 iba a tener el gran honor de ser la primera misión interplanetaria de la NASA con destino a Venus. A los 4 minutos y 53 segundos se produjo una inclinación inesperada del cohete Atlas que transportaba la nave. Ante la posibilidad de que el cohete cayese en el Océano Atlántico, se envió un comando para su autodestrucción 6 segundos antes de que soltase la sonda. Un enorme proyecto de ingeniería aeronáutica quedó arruinado por un objeto virtual de menos de un milímetro: una coma en el software de programación del ordenador de guiado. Su ausencia en el código provocó el error de trayectoria del cohete.

sputnik@1962.marte
Ese mismo año la nave soviética Sputnik 22 con destino a Marte falló en su intento. La nave quedó destruida por completo cuando la cuarta etapa del SL-6 explotó al encender su cohete para poner a la sonda en trayectoria a Marte. Las piezas permanecieron en órbita terrestre durante varios días, para acabar reentrando más tarde en la atmósfera y encendiendo los sistemas de alarma antimisiles de los EEUU. En plena Guerra Fría y crisis cubana de los misiles, el sistema de aviso por radar del Ejército de los EEUU. creyó en un primer momento que los restos eran el comienzo de un ataque nuclear soviético con misiles ISBM. Por fortuna para la humanidad, la confusión se solventó a tiempo.

leonov@1965.bosque
En 1965 la humanidad daría sus auténticos primeros pasos en el espacio. A una altitud de 475 km y una velocidad de 7.892 m/s los cosmonautas rusos Pável Beliáiev y Aléxei Leonov a bordo de la nave Voskhod 2, habían decidido darse el primer paseo espacial. A través de una cámara de descompresión, Leonov unido a un cordón que también servía como línea de comunicación, salió al exterior. Tras unos 10 minutos de paseo, decidió que era hora de regresar a casa. Pero se encontró con la desagradable sorpresa de que ¡no cabía por la puerta! Su traje espacial, inflado por el vacío del espacio, era demasiado grande y rígido. Se vio obligado a vaciar aire del traje para poder entrar, y una vez dentro ¡no cerraba la escotilla! Lo que estuvo a punto de provocar un incendio, cuando el sistema de control ambiental llenó la cámara de descompresión de oxígeno puro para intentar compensar esta situación. La cosa no acabó ahí porque, de regreso a la Tierra, fallaron los cohetes retropropulsores. Además un sensor de orientación solar se había averiado y los atribulados cosmonautas, después de una órbita más de lo previsto, tuvieron que aterrizar manualmente. El módulo de servicio no se consiguió separar, por lo que se pasaron toda la reentrada dando vueltas y tumbos sin control. Finalmente lograron aterrizar en un espeso y helado bosque cerca de Perm en los Urales, a varios kilómetros del lugar previsto, donde tuvieron que pasar la noche encima de un árbol rodeados por los lobos, hasta que al día siguiente lograron rescatarlos. “Pabernos matao”…

gemini@1966.tierra
En 1966 la Gemini 8 realizó un intento de acoplamiento espacial, con la última fase de un cohete Agena que previamente había sido puesta en órbita. Era necesario, para las futuras misiones a la Luna, poner en práctica este tipo de ejercicios de acercamiento y encuentros vehiculares que en la jerga se denominaban rendez-vous. El término es conocido popularmente por su significado amoroso más que aeronáutico, así que aquí, en nuestro contexto, debe entenderse como una cita en el espacio. Los que sí que tenían una cita “amorosa” obligada eran David Scott y Neil Armstrong (futuro primer hombre en la Luna) que debían permanecer cara a cara en un espacio semejante al de una cabina telefónica. Volviendo al rendez-vous, al intentar la maniobra de acoplamiento, uno de los cohetes de la Gemini se quedó bloqueado en posición de encendido. El sistema Gemini-Agena comenzó a girar en lo que fue el primer tango espacial. Armstrong pensó que el problema estaba en el Agena y decidió desacoplar la Gemini. Grave error. Al disminuir el momento angular de la Gemini, el tango espacial pasó de piano a stacatto. Finalmente decidieron desactivar la impulsión por completo y usar cohetes secundarios para detener el giro de la nave. La operación les costó el 75% del combustible y un aterrizaje de emergencia en el océano Pacífico, pero afortunadamente el baile no acabó en descalabro. Por cierto, el tercer intento de rendez-vous del programa Gemini fue el exitoso, haciendo gala de la famosa frase “a la tercera va la vencida”. En esa misión, el astronauta Michael Collins perdió su cámara fotográfica Hasselblad en un paseo espacial. El comentario de su diseñador, Victor Hasselblad, fue memorable: “¡Es el primer satélite sueco!”.

cosmos@1971.tiempo
Las dos terceras partes de las naves con destino Marte han fallado. La Mariner 8 fue una de ellas. El día de su despegue, el 9 de mayo de 1971, otra misión estadounidense a Marte acababa en el Océano Atlántico. Su equivalente rusa, la Cosmos 419, fue lanzada al día siguiente, el 10 de mayo de 1971. Suponemos que con la satisfacción de los que habían visto fracasar recientemente a sus competidores. Satisfacción que duró las escasas 24 horas de diferencia entre los lanzamientos. La última etapa del cohete que transportaba a la Cosmos 419 no se encendió. ¿Por qué? Estaba previsto que lo hiciera al cabo de 1,5 horas, pero los programadores equivocaron horas y años. Ya se sabe, el tiempo es relativo…

soyuz@1976.tierra
Algo parecido a lo que les ocurrió a Leonov y Beliáiev sucedió en 1976 con los dos tripulantes de la Soyuz 23, Zudov y Rozhdestvesnkiy. Esta nave también iba a realizar un rendez-vous espacial, pero durante el encuentro, un sensor mal instalado indicó que la nave tenía una velocidad lateral inexistente. Con lo que automáticamente se encendió un cohete lateral para compensar este hecho, haciendo fracasar el encuentro. Consiguieron apagar el cohete manualmente, pero ya no quedaba combustible para completar la maniobra. De vuelta, el aterrizaje también estuvo gafado y tuvieron la mala fortuna de amerizar de noche en un lago siberiano con una tormenta de nieve a 20 grados bajo cero. El paracaídas mojado hizo que se hundiera la cápsula en el lago, y tras varios intentos fallidos, un helicóptero consiguió sacarla, arrastrándola durante varios kilómetros por el hielo. Cuando salieron, los cosmonautas estaban sorprendidos de seguir vivos.

voyager@1978.interestelar
En 1978, a los 8 meses de su lanzamiento, la Voyager 2 sufrió serios problemas. El ordenador de coordinación había sido programado de modo que a la semana de no recibir señales de la Tierra conmutara a un receptor de radio de reserva. Era un modo inteligente para continuar teniendo comunicación con la nave en caso de que el receptor principal fallara. La primera semana de abril de 1978 el equipo de seguimiento del Jet Propulsion Laboratory (JPL) confiado, dedicado a solventar problemas de otra misión y tal vez también con una apretada agenda de golf, simplemente se olvidó de establecer contacto con la nave. La Voyager 2 interpretó que su radio principal estaba estropeada y conmutó a la radio secundaria: “¿Hay alguien ahí?”. Cuando se dieron cuenta, y tras un considerable esfuerzo, los ingenieros lograron comunicarse de nuevo con la nave y devolverla al modo radio principal. Cosas de la vida, posteriormente algo funcionó mal, esta vez de verdad, y la radio principal quedó definitivamente fuera de servicio. La Voyager se volvió a quedar sorda y una semana después automáticamente pasó a su receptor de reserva. Peeero… la frecuencia de comunicación, que antes había sido válida, ahora no lo era. Lamentablemente este receptor tenía un circuito defectuoso que no se había detectado (como radio de seguridad no estaba mal, ¿verdad?), que hacía que la frecuencia de comunicación ¡variara al modificarse la posición de la nave y la temperatura! El resto de la misión fue una penosa pelea por determinar la frecuencia de comunicación y los ingenieros posiblemente vieron significativamente mermadas sus horas de golf.

phobos@1988.marte
En 1988 cuando la sonda soviética Phobos I había recorrido más de 20 millones de kilómetros destino a Marte, un operador ruso se disponía a enviar un largo programa por radio a la nave. En el centro de control había un ordenador especial que se encargaba de comprobar estas líneas de comandos antes de su envío, pero desgraciadamente esa noche no funcionaba. Para más inri, el controlador de reserva que debería haber revisado el trabajo tampoco estaba en su puesto como la normativa exigía (¿tenía tal vez partido internacional de golf con un controlador estadounidense?). Echándose el mundo por montera, el operario ruso decidió mandar de todas formas las instrucciones a la nave. Desgraciadamente erró un signo – por un signo +. El ordenador interpretó el error dejando de seguir las referencias celestes del sistema de guiado (el Sol y la estrella Canopo) y desconectó los propulsores del sistema de orientación, desviándose paulatinamente de su orientación correcta. Tal vez se pudiera haber deshecho el entuerto si no fuera porque la presión del viento solar sobre los paneles solares hizo girar la nave, hasta que los paneles acabaron de espaldas al Sol. Las baterías del vehículo dejaron de recargarse y en 24 horas todos los sistemas se congelaron. Como se congelaron los controladores terrestres al descubrir el error y comprobar que el receptor de la nave ya no disponía de energía suficiente para responder a las nuevas órdenes que se mandaban desde el centro de control. La nave se perdió sin remedio. Moraleja: en astronáutica no vale eso de “más o menos”.

galileo@1989.jupiter
En 1989, cuando la sonda Galileo con destino a Júpiter ya estaba lanzada y en camino, los técnicos se dieron cuenta de que la antena principal de comunicaciones, la antena de alta ganancia, estaba atascada y no podía desplegarse. Desde que fue construida, el despegue de la sonda se había retrasado tantas veces y tanto tiempo (¡tres años!) que, tras su lanzamiento final al espacio, varios componentes habían perdido su lubrificación debido al largo tiempo de almacenamiento. Fue necesario reprogramar la nave para que usara la antena de reserva (la de baja ganancia) de menor potencia y baja velocidad de transmisión de datos. Durante el camino a Júpiter se zarandeó varias veces la nave, con la esperanza de que la antena principal se desplegara. Pero no hubo manera. Finalmente tuvieron que resignarse a trabajar con la antena secundaria, y se vieron obligados a comprimir las imágenes en formato jpeg para tardar menos tiempo en “bajárselas”. Moraleja: ya sabemos qué pasa cuando las cosas no se usan.

hubble@1990.tierra
En 1990 el telescopio espacial Hubble fue lanzado al espacio con su espejo principal tallado primorosamente… con la forma equivocada. No era un error muy grande, tan sólo de un veinticincoavo de un cabello humano. ¿Pelillos a la mar? No en este caso. El microdefecto fue suficiente para hacer que el telescopio, de 1.600 millones de dólares, padeciera miopía y nos regalara imágenes jamás vistas de un extraordinario universo… borroso. Asombrosamente, no se había hecho ninguna comprobación antes del lanzamiento. El colmo fue que en tierra se disponía de un espejo de reserva que sí estaba perfectamente tallado. Y perfectamente embalado en un almacén donde todavía descansa. El Hubble tuvo que esperar hasta 1993 para que le pusieran unas gafas correctoras llamadas COSTAR. Y vaya si costó.

endeavour@1992.tierra
En 1992 la tripulación del Endeavour intentaba recuperar el satélite de comunicaciones Intelsat usando el brazo mecánico del trasbordador espacial. Los astronautas introdujeron los datos necesarios en los ordenadores de la nave para calcular la trayectoria final. El programa, que debía estar en sus cosas, se negó a computarla. Su respuesta fue: “El número de etapas necesarias excede los límites establecidos”. Una respuesta sindicalista que los ingenieros habían programado para evitar que el sistema se ‘colgara’ resolviendo un único problema. Como los ingenieros no entendían qué pasaba (la operación se había repetido muchas veces con éxito) temían por la seguridad de la misión y del propio trasbordador. El software de la lanzadera había sido elaborado por las compañías Rockwell International e IBM. Hablando grosso modo, en programación los valores numéricos pueden darse en precisión simple (con 8 cifras decimales) o con doble precisión (16 cifras decimales). Las normas de IBM permitían que un valor de una variable de precisión simple se asignara a una variable de doble precisión. Sin embargo, las normas de Rockwell International, no. En los cambios de última hora que hizo IBM para esta misión emplearon esa norma incompatible y casualmente los cálculos numéricos se tropezaron con la incompatibilidad. El pobre programa sufrió una especie de esquizofrenia que no le permitía terminar sus cálculos. No crean que se aprende de los errores, una cuestión semejante fue la responsable de que el vuelo 501 del Ariane 5 acabara en una autodestrucción 40 segundos después del despegue. Y suma y sigue.

minisat@1997.agua
En 1997 el satélite Minisat 01, el primer satélite plenamente español, desarrollado y construido por nuestros técnicos, con varias misiones científicas a bordo y que fue lanzado con éxito desde territorio patrio, a punto estuvo de cambiar su nombre por el de Minisub. Cuando el satélite estaba terminado, con sus instrumentos científicos ensamblados y esperando en una sala limpia, tan sólo quedaba su integración final con el lanzador, un cohete Pegasus estadounidense traído a tal efecto a las instalaciones del INTA. Para evitar el tremendo riesgo de explosiones que conlleva la presencia de un cohete lleno de combustible sólido, en la sala limpia donde se iba a realizar la integración final satélite-cohete se instaló un potente dispositivo antiincendios. Y vaya que era potente, pues de repente el sistema antiincendios se activó, dejando caer sobre satélite y cohete en pocos segundos varias decenas de toneladas de agua, y dejando automáticamente la sala limpia de merecer este nombre. A pesar de las manchas de cal y del agua que chorreaba, el satélite no sufrió ningún daño y sólo se dañó algún instrumento científico. De hecho, Minisat 01 fue un éxito que superó sus expectativas. Oficialmente, fue un fallo del sistema antiincendios el que hizo que se disparara la alarma, aunque extraoficialmente se dijo que el fallo estuvo en la instalación de un interruptor, que indicaba on cuando estaba en off y viceversa. Y claro…

pathfinder@1997.marte
En 1997 la misión Pathfinder estuvo plagada de problemas con el software. Las rutinas de atención a dispositivos estaban configuradas para no emplear aritmética de números reales en coma flotante, con el fin de cumplir los márgenes de tiempo del sistema; pero resultó que llamaban indirectamente a otras rutinas que lo requerían (¿Les suena? Ya dijimos que nos se aprende de los errores). Como consecuencia empezaron a ocurrir cosas misteriosas del tipo: el sistema transmite datos entre 6 y 9 kilobits por segundo, en vez de 1 a 2 kilobits como era de esperar. Esto ocurrió dos veces durante la travesía y en la superficie de Marte, y forzó al equipo del Pathfinder a realizar actualizaciones y reinicializaciones remotas del sistema. El problema más serio, sin embargo, fue que al ordenador del robot le daba por resetearse cuando realizaba tareas múltiples. Algo así como si se echara una siestecita cuando tenía exceso de trabajo. Se perdieron gran cantidad de datos por estas “cabezadas”. El brillante equipo de golf… perdón, de ingenieros fue finalmente capaz de resolver el problema con la modificación de un simple comando. Debía ser algo así como: “¡Despierta! “.

climate.orbiter@1998.marte
En 1998 la nave Mars Climate Orbiter, destinada a ser un satélite meteorológico de Marte así como estación repetidora de una posterior misión (la Mars Polar Lander) realizó un largo viaje hasta Marte. Pero en su maniobra de entrada en órbita pasó por detrás del planeta rojo y nunca volvió a salir. La causa de esta catástrofe fue que los dos equipos encargados de la navegación de la nave (uno de JPL-NASA y otro de Lockheed Martin) intercambiaban información sobre la sonda en diferentes unidades de medida. Las especificaciones de la misión pedían que se usaran unidades del sistema métrico internacional (Newtons), y así entendía JPL que venían los datos. Sin embargo el grupo de Lockheed mandaba los datos de navegación en unidades del imperio (Libras de fuerza), que son 4,45 veces mayores. Esto produjo una completa confusión sobre la posición real de la nave en el espacio: Marte se encontraba mucho más cerca de lo que pensaban, y en su maniobra, en lugar de entrar en órbita, se estrelló contra el planeta. Una diferencia no solo numérica sino muy cualitativa. Pese a tan vergonzoso error, el jefe del grupo de JLP-NASA Edward Weiler, anunciaba que “aquí no se va a despedir a nadie, ¿quién los reemplazaría? Tenemos los mejores ingenieros del mundo, nadie lo hace mejor”. ¿Se referiría a su nivel de golf? Poco después Weiler era despedido de la dirección de la misión. Su fracaso puso en entredicho la nueva filosofía de la NASA: “más barato, más rápido, mejor”, adoptada a raíz del fracaso de la Mars Observer en 1992.

chandra@1999.tierra
En 1999 el carísimo telescopio de rayos X Chandra, de extrema precisión, fue lanzado con una órbita que atravesaba los cinturones de radiación de Van Allen, donde protones de muy alta energía se hallan atrapados. El sistema de formación de imágenes de Chandra estaba basado en chips CCD, sensibles a la radiación. Y tan sensibles, como que tras una semana de vuelo de Chandra, los protones de los cinturones de radiación habían quemado ya varias CCDs produciéndoles un daño permanente. De hecho tanto daño como el equipo de Chandra esperaba que se hubiera producido ¡en 10 años! “Es una sorpresa” dijo Dan McCammon, del equipo de Chandra, “ya que nunca habíamos tenido CCDs en funcionamiento a esa altura”. Bueno, pues nada… ahora ya lo saben.

polar.lander@1999.marte
En 1999 la Mars Polar Lander debía aterrizar en el polo norte marciano y, de haber estado allí, haber usado la Climate Orbiter como estación repetidora. Por desgracia, no iba a ser esa una cosa de la que preocuparse, ya que, cuando estaba en pleno descenso sobre el polo marciano, la Polar Lander detuvo repentinamente los motores que estaba utilizando para frenarse, cuando todavía estaba demasiado alta, cayendo sin freno y estrellándose contra el hielo. Esta detención repentina de los motores se debió a un estúpido error de diseño: las patas de aterrizaje se abrieron antes de tiempo por la violencia de la reentrada, y cuando los sensores detectaron esta apertura, el ordenador de a bordo “pensó” que es que la nave había ya aterrizado, ordenando por tanto la detención de los motores. Para más escarnio, el problema podría haber sido fácilmente corregido con un simple parche al software que hubiera evitado el suicidio de la nave. Después del anterior desliz de la Mars Climate Orbiter, NASA esperaba reafirmar su reputación. Y lo consiguieron, ¿no?

hessi@2000.tierra
En el año 2000, en los prestigiosos laboratorios del JPL, un satélite de la NASA llamado HESSI (High Energy Solar Spectroscopic Imager), de 75 millones de dólares, iba a ser sometido a una prueba de vibraciones previa a su lanzamiento. Estas pruebas de vibración tienen como objetivo someter al satélite a una aceleración similar a la que sufrirá durante el despegue para detectar posibles puntos de fractura antes de que sea lanzado. La aceleración prevista durante su lanzamiento con un cohete Pegasus, era de en torno a una vez y media la gravedad terrestre o tal vez algo más. Por lo tanto, para cubrirse las espaldas, el banco de vibraciones iba a ser programado para someter a HESSI a una aceleración de 2 g. Por desgracia, se coló un cero al teclear y el satélite fue sometido a ¡20 g! Diez veces más de lo deseado. “Todo el edificio vibró” dijo Peter Harves, project manager de HESSI “y enseguida supimos que algo iba mal”, alardeando de un sexto sentido. Las piezas del satélite HESSI salieron volando por toda la sala del banco de pruebas y los paneles solares quedaron totalmente destruidos. Las reparaciones retrasaron el lanzamiento de HESSI dos años. Bien mirado, no deja de ser una forma de prolongar contratos.

noaa.n.prime@2003.desguace
En 2003, el satélite meteorológico NOAA N Prime, de la National Oceanographic and Atmospheric Admin-istration, se hallaba en una sala limpia de los laboratorios Lockheed Martin, reposando verticalmente sobre un volquete que permite poner el satélite en posición horizontal, dependiendo de las necesidades técnicas del momento. Por desgracia, cuando se giró el volquete para poner al satélite en posición horizontal paralelo al suelo, el satélite se deslizó de él estrellándose contra el pavimento. El “Informe de anomalías” que la propia Lockheed hizo del incidente decía: “El contratiempo fue producido por la ausencia de 24 tornillos del punto de anclaje de la plataforma del volquete. Se produjeron dos errores. Primero, técnicos de otro programa de satélites que usa el mismo tipo de volquete, habían sustraído los 24 tornillos del volquete del NOAA, cinco días antes sin previa notificación. Segundo, el equipo del NOAA, no verificó la correcta configuración del volquete antes de su uso, pues lo habían usado una semana antes. El impacto y subsiguiente vibración provocaron un daño severo al satélite”. Ante esto, uno no sabe qué decir…

genesis@2004.suelo
Y para acabar, en septiembre del 2004, la cápsula Genesis acabó despanzurrándose contra el suelo. A 33 kilómetros de altitud, Genesis debía desplegar su paracaídas estabilizador, para pasar después el relevo al principal. Ambos se negaron a abrirse y la cápsula se estampó en el polvoriento suelo del desierto de Utah a una velocidad de más de 160 km/h. Como NASA había hecho un gran despliegue mediático para lavar su imagen (un helicóptero recogería la sonda durante la caída en plan película…), todos tuvimos el privilegio de observar lo ocurrido con todo lujo de detalles. Según un redactor graciosillo la sonda estaba destinada a atrapar “polvo solar” (sic) y tituló la noticia: “La sonda con polvo del Sol muerde el polvo”. El error que provocó el desastre fue debido a “un grave fallo del diseño de la cápsula, que colocó los sensores de gravedad en una posición incorrecta”, se puede leer en los informes. Los sensores tenían como misión percibir el frenazo que se producía en la reentrada, para activar seguidamente el despliegue de los paracaídas. Parece que el “grave fallo del diseño” consistió en que unos interruptores se colocaron al revés, porque alguien copió el diseño de una tapa cabeza abajo. De nuevo un equipo de Lockheed estaba detrás del desatino.

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Escrito al alimón con Bartolo Luque para la revista Astronomía.