El “misteri” dels dogons
En 1950 el físico Enrico Fermi estimó que el tiempo que le llevaría a una civilización con capacidad de vuelo interestelar en colonizar toda nuestra Galaxia sería de tan sólo pocas decenas de millones de años. Teniendo en cuenta que la Galaxia tiene unos trece mil millones de años, es en comparación un breve lapso. Uno esperaría por tanto que si en algún momento hubo otra civilización técnica en la Galaxia, deberíamos haber recibido alguna visita. Los amantes del misterio dan por hecho que esto es así, pero ¿hay alguna prueba?
Seguramente el caso más comentado en relación con posibles visitantes extraterrestres en el pasado, es el de la tribu africana de los dogones. En 1931, el antropólogo francés Marcel Griaule visitó esta tribu, y quedó fascinado por sus originales costumbres, de manera que realizó durante varios años visitas de estudio a los dogones. De sus investigaciones de este pueblo publicó un artículo en 1965, Le Renard Pâle, en el que contaba que los dogones tenían unos conocimientos astronómicos desconcertantes para un pueblo con tan pocos medios técnicos. Según Griaule, los dogones sabían que Júpiter tenía cuatro grandes lunas, que Saturno estaba rodeado por un anillo y que la Luna era un mundo muerto y seco. Más desconcertante todavía era el hecho de que los dogones afirmaban que su propia cultura provenía de la estrella Sirio (según Griaule, el centro de la vida religiosa dogón), a la que llaman Sigu Tolo, la cual estaba siendo orbitada por otra estrella muy pequeña y pesada “compuesta del metal más pesado del Universo”, que recibía el nombre de Po Tolo. Una tercera estrella, llamada Emme Ya, estaría girando alrededor de todo el sistema.
¿Qué nos dice la astronomía de todo ello? Pues que, en efecto, Sirio está orbitado por una estrella (a la que los astrónomos llamamos con el poético nombre de Sirio B), que resulta ser una enana blanca, un objeto de una elevadísima densidad. Lo que coincide bastante bien con la descripción de Po Tolo. Además, en fecha tan reciente como 1995, astrónomos del Observatorio de Niza afirmaron haber detectado indicios de la existencia de una tercera estrella en el sistema de Sirio (¿se trataría de Emme Ya?).
Todo este conjunto de conocimientos astronómicos debería haber permanecido fuera del alcance de los dogones ya que requieren el uso de instrumentos astronómicos que éstos no poseen (en el caso de Sirio B, hacen falta telescopios muy potentes para verlo). ¿Cómo llegaron a adquirir los dogones estos conocimientos? La respuesta podría ser que se los proporcionaron una expedición de extraterrestres provenientes de Sirio que visitó la Tierra en un pasado remoto. Esa suele ser la respuesta que habitualmente suelen escoger los que popularizan “el misterio dogón”. Por desgracia para los amantes de lo misterioso, ésta no es la única respuesta posible.
En primer lugar, Sirio B había sido descubierta ya en 1844, y su carácter excepcional de enana blanca fue determinado en 1915. De hecho, fue la primera enana blanca que se encontró, lo que supuso un verdadero bombazo astronómico, y la densa compañera de Sirio fue portada en numerosas publicaciones a principios del siglo XX. Incluso las sospechas de que el sistema contara con una tercera estrella son antiguas y datan de 1894, pues el sistema presenta ciertas irregularidades orbitales. Es decir: todos los conocimientos astronómicos dogones relatados por Griaule, formaban parte del corpus de conocimientos de los astrónomos de la época.
En segundo lugar, los supuestos conocimientos dogones no estaban exentos de errores. Para empezar, los dogones (según Griaule) identifican a Saturno como el planeta más lejano del Sol, desconociendo la existencia de Urano y Neptuno. Si en verdad el conocimiento de los dogones provenía de unos viajeros interestelares que llegaron a nuestro Sistema Solar, no parece razonable que estos gigantescos planetas les pasaran desapercibidos. En cuanto al posible descubrimiento de Sirio C en 1995, hay que hacer énfasis en que en realidad los astrónomos del Observatorio de Niza hablaron de haber detectado indicios de la presencia de una estrella, no a la estrella en sí (de hecho el artículo se titula “¿Es Sirio un sistema triple?”). Además, según este mismo estudio, para justificar las irregularidades orbitales, la tercera estrella giraría exclusivamente alrededor de Sirio, en una órbita muy cercana a esta estrella, y no en torno al par Sirio-Sirio B (como se supone que sí hace la Emme Ya de los dogones). Todas las observaciones posteriores del sistema de Sirio no han encontrado hasta la fecha la más mínima traza de la existencia de esa tercera estrella.
En tercer lugar, se acostumbra a presentar a los dogones como una tribu aislada y perdida en lo más recóndito del continente africano. Pero eso no es cierto. En realidad se trata de una tribu muy bien comunicada. Fueron expulsados de sus terrenos originales por la expansión árabe y desde hace siglos han convivido con sus vecinos musulmanes (de hecho, algunos de ellos son musulmanes –y otros cristianos–). Fueron reclutados como soldados de las fuerzas coloniales. Y a principios del siglo XX había actividad de misioneros y diversas escuelas francesas en la zona, que perfectamente podrían haberlos puesto en contacto con conocimientos astronómicos de la época.
A esto se añade que el propio Griaule era astrónomo aficionado, ya que parte del problema del misterio dogón parece residir en el propio Griaule. Este antropólogo francés no hablaba la lengua de los dogones, y todos sus trabajos de campo los hizo a través de traductores e intermediarios, habitualmente pertenecientes al ejército de las fuerzas coloniales francesas. La metodología de Griaule consistía en traer a miembros del pueblo dogón hasta su campamento para plantearles allí, a través del intérprete, una serie de preguntas. Resulta fácil que, usando este método de trabajo, la información sufriera modificaciones en el proceso y que se tergiversara (involuntariamente) en función de los conocimientos previos y las expectativas que tuviera Griaule, habiendo así una reconstrucción de la información por parte del antropólogo francés.
De hecho, investigadores posteriores que han trabajado sobre el terreno con los dogones, no han encontrado jamás el más mínimo rastro de estos detallados conocimientos astronómicos ni de la supuesta importancia de Sirio entre este pueblo. Ningún otro antropólogo que haya seguido la estela de Griaule ha conseguido reproducir sus sorprendentes resultados. Es más, el antropólogo belga van Beek que, desde 1979, pasó once años con los dogones buscando evidencias de las afirmaciones de Griaule, se encontró con que los dogones no habían oído hablar de Sigu Tolo ni sabían que Sirio (a la que llamaban, por cierto, Dana Tolo y no Sigu Tolo) fuera un sistema doble.
Quedaba descartado así el origen extraterrestre del “misterio dogón”.
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Extracto de “Gramáticas Extraterrestres”