Una de marcianos

Una de marcianos

Estrictamente no se puede hablar de alienígenas hasta finales del siglo XIX. Antes de esto, la mayor parte de los relatos anteriores de protociencia-ficción estaban capitaneados por seres angelicales, dioses o similares. “Tenían poco que ver con el concepto de forma-de-vida-repugnante-proveniente-de-otro-planeta”, en palabras de Pedro Duque (Arañas de Marte: video-guía de invasiones alienígenas. Ediciones Glénat, S. L., 1998). Esta moderna visión fue popularizada, entre otros, por el astrónomo Camille Flamarion en obras como “Real and Imaginary Worlds” (1864) y “Lumen” (1887) donde describía plantas y animales de mundos lejanos. Otros ejemplos fueron “Edison’s Conquest of Mars” (1889) de Garret P. Serviss, o “The Certainty of a Future Life on Mars” (1903) de Louis Pope Gratacap.

Pero si hubo una obra literaria que fundiría los conceptos Marte con invasión alienígena esa fue “La Guerra de los Mundos”. Escrita por H.G. Wells en 1889 es una de las obras de ciencia ficción más celebrada. Rigurosa con la ciencia de su tiempo y con la idea que se tenía de Marte (el Marte de Lowell). En la novela los marcianos invaden la Tierra y derrotan al hombre. Son finalmente las bacterias las que traen la liberación del planeta. Esta brillante novela se convertiría en el cliché de las invasiones alienígenas por excelencia. Desde entonces Marte fue el planeta preferido de los escritores de ciencia ficción. En ello destacó especialmente Edgar Rice Burroughs (1875-1950), el creador de Tarzán. Fue el escritor que más contribuyó a que Marte se convirtiera en lugar común de la literatura fantástica, escribiendo diez novelas donde el héroe, el teniente sudista John Carter, cruzaba su destino con toda suerte de marcianos humanoides (una saga de novelas llevada al cine recientemente por Disney con irregular resultado). A pesar de que las aventuras no tenían ninguna base científica, autores como Ronald Bracewell, Ray Bradbury o Arthur C. Clarke han reconocido que su lectura les inspiró.

Fueron todos estos autores los que lograron finalmente fijar la palabra “marciano” en nuestro lenguaje como sinónimo de “extraterrestre inteligente”. Pero si además los asociamos a seres cabezones de color verde, eso fue gracias a las Pulp. A partir de 1926 aparecieron en EEUU una multitud de revistas dedicadas en exclusiva a la ciencia ficción. La primera de ellas fue Amazing Stories (1926-1994), creada por el mítico Hugo Gernsback. Todavía hoy subsisten algunas como The Magazine of Fantasy and Science Fiction y Analog (Astounding en sus orígenes). Designadas bajo el término “Pulp” que hacía referencia a la mala calidad del papel con que estaban hechas (pulpa), fueron tremendamente populares entre los jóvenes estadounidenses y en ellas comenzaron algunos de los más conocidos escritores de ciencia ficción, como Isaac Asimov. En las Pulp predominaban las space opera, definida por Jordi Costa en “¿Hay algo allí afuera?” (Ediciones Glénat, S. L., 1999) como: “historias que se desarrollaban en galaxias lejanas y que apartaban la mente de los lectores del sórdido mundo de la crisis económica que por entonces asolaba los Estados Unidos”. Muchos de estos mundos se situaban en Marte. Dos personajes típicos de space opera fueron Buck Rogers y Flash Gordon, este último claramente inspirado en el John Carter de Burroughs.

La noche de Halloween de 1939 sucedió algo que ilustra lo mucho que creía la sociedad de la época en un Marte plagado de marcianos. Esa noche se emitió la famosa radionovela de Orson Welles adaptando la “Guerra de los Mundos” de H. G. Wells. El relato dramatizado formaba parte de las emisiones del “Mercury Theatre on the Air”. La emisión comenzaba con Wells anunciando con voz clara el programa de esa noche: “Orson Wells y el Teatro Mercurio en Directo, en la Guerra de los Mundos de H. G. Wells”. La dramatización comenzaba en el Hotel Park Plaza, con Ramón Roquello y su orquesta en sus labores. Pero súbitamente un locutor interrumpía la música para anunciar una extraña noticia: “un objeto en llamas, al parecer un meteorito” había caído en las inmediaciones de una granja de Nueva Jersey. Se prometían más noticias y, mientras un enviado especial se ponía en camino, se volvió a la música de Roquello y sus muchachos. Evidentemente el objeto en cuestión era una nave espacial. Y tras interrumpir de nuevo la música, se pudo escuchar en “directo”: “Señoras y señores… es lo más horrible que he visto en mi vida… un momento, atención… alguien o algo sale arrastrándose. Desde el agujero negro nos enfocan dos discos luminosos… Tal vez sean un par de ojos… tal vez sea una cara… tal vez… ¡Dios mío! Algo sale deslizándose entre las sombras igual que una serpiente. Hay otro, y otro y otro más. Por su aspecto yo diría que son tentáculos…”. El reportero muere carbonizado y los flashes de noticias se suceden uno detrás de otro en dosis adecuadas. Al final se anuncia: “Damas y caballeros, me veo obligado a darles una grave noticia: por increíble que parezca, tanto las observaciones científicas como la más palpable realidad material nos conducen a creer que los extraños seres que esta noche han aterrizado en una zona rural de Jersey son la vanguardia de un ejército de invasores proveniente del planeta Marte”.

Al día siguiente Orson Welles era portada en los periódicos. Se estima que un millón de personas, alrededor del 10% de la audiencia, había pensado que asistía a una noticia auténtica y el pánico cundió entre ellos. La histeria colectiva provocó un colapso de las autopistas en la huida de los ciudadanos hacia las montañas. Al pánico también contribuyó el clima prebélico que se vivía: recordemos que en noviembre de 1939, Hitler ya se había merendado Checoslovaquia y Austria, y acababa de invadir Polonia.

El cine por supuesto tampoco permaneció ajeno a Marte. A principios del siglo XX comenzaba su andadura y, aunque el cine de ciencia ficción estaba en pañales, Marte ya ocupaba con asiduidad las pantallas. En sus primeros 30 años podemos contabilizar una veintena de películas con referencias al cuarto planeta. Desde 1930 a 1950 encontramos poco cine de ciencia ficción. A pesar del bombazo de Orson Welles, en este periodo solo se ruedan seis películas en referencia a Marte, ninguna demasiado interesante. No debemos olvidar que la Segunda Guerra Mundial está en medio. Sin embargo a partir de ese momento asistiremos a una eclosión inusitada: las Monster Movies de los 50. Esta fue una década mítica para el cine de ciencia ficción y produjo películas como “El enigma de otro mundo” o “The Man from Planet X”, por citar un par de títulos de culto. Los críticos cinematográficos se han estrujado los sesos para encontrar metáforas y mensajes sociales en muchas de estas grandes películas, desde discursos pacifistas de connotaciones religiosas en “Ultimátum a la Tierra” a mensajes bíblicos en “Cuando los mundos chocan”. Por supuesto Marte ocupó un lugar privilegiado en esa explosión creativa. Hemos contabilizado 23 películas en esa década, la más movida para el planeta rojo en la historia del cine. Gracias a ellas se reforzó la idea, proveniente de la literatura y las pulp de que, si nos invadían extraterrestres, casi seguro que provenían de Marte.

Aparte del puñado de películas míticas que dieron el prestigio al cine de la época, el grueso de la producción sencillamente pretendía ganar dinero con poca inversión haciendo pasar un buen rato. La economía de EEUU, la nación vencedora de la Segunda Guerra Mundial, estaba boyante y los adolescentes norteamericanos disponían de dinero para comprar coches de segunda mano y grandes helados. Los empresarios del cine vieron claro el negocio e inventaron el autocine. De nuevo en palabras de Pedro Duque: “esos aparcamientos dotados de una pantalla gigante en los que los sanos muchachos de América desfogaban sus instintos de apareamiento en la oscuridad tapizada de los grandes Buick de la época, jaleados desde la pantalla por los gritos de neumáticas heroínas que eran despiadadamente acosadas por monstruosidades llegadas del espacio exterior…” .

Pasada la década prodigiosa, no se produjo ninguna película digna de mención donde apareciera Marte. Simplemente quedaron “las de marcianos” sin más pretensiones que entretener y basadas en refritos cada vez más inverosímiles. Si desean hacerse una idea clara de los personajes y temas arquetípicos de estas películas no se pierdan “Mars Attacks!!” rodada en 1996 por Tim Burton. Es un homenaje-parodia y testamento a todo un género cinematográfico.
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Escrito al alimón con Bartolo Luque